miércoles, 18 de julio de 2007

El Datsun de mis quereres.

Este Datsun empezó a andar el mismo año que yo, 1979. Como el título de la canción de Smashing Pumpkins. Pasarían muchos años antes de que lo viera, color verde botella, en la cochera de los vecinos que se fueron a Canadá. Este cambio de vida fue lo que hizo que el señor Rubén decidiera vender al vehículo al que "quería como a uno de sus hijos". Y mis ojos sobre el auto fueron lo que propició este regalo de mi cumpleaños 24.

Hubo que arreglarlo, y en este proceso se descubrió que debajo de la verdura estaba un coche rojo esperando salir de nuevo a las calles. Restaurado quedó el color, y desde el primer día que pisó el pavimento, este autito no hace sino coleccionar miradas de admiración: "Qué bien cuidado", "Qué bonito", "¿Qué año es?" "¿No lo vendes?". Y todo eso son como si los piropos me los hicieran a mí, aunque yo no haga más que pasearlo. Quizá sea que, como dice Amelia, este coche tiene toda mi personalidad, y por eso sea que me apropio de sus cumplidos, como él debe apropiarse de los que me hagan a mí.


¿Cuántas canciones habrá escuchado este Datsun? ¿Cuántas le quedarán por escuchar? Quizá le harán falta en un futuro un par de mantenimientos totales, similares al que le dieron cuando se volvió mi compañero de andanzas; quizá sea un fastidio que se le empañan los vidrios cuando nos agarra la lluvia; pero cualquier molestia palidece ante la satisfacción de estar tras el volante de un ejemplar como éste. Y pueden estar seguros de una cosa: en ningún otro lado se escucha mejor a Creedence que en este coche.

martes, 17 de julio de 2007

LUV SUXXX!!!



No importa cuánta literatura feminista se consuma; cuántas cosas se digan de dientes para afuera; cuán bien puedas creer que te sientes. Basta un momento de descuido para que la armadura que estás empezando a construirte se derrumbe. De nuevo.

Un momento de descuido que implica enterarte, una vez más, de que ya no eres parte de su vida, y ni falta que le haces; que esa persona que alguna vez te dijo que eras lo más importante que le había pasado en lo tocante a relaciones, ya tiene a alguien más en su vida; que mientras tú sigues tratando de poner en orden las emociones que siguen desatadas y a flor de piel, sin atreverte a iniciar otra relación en este estado, él ya tiene meses compartiendo su vida cotidiana con otra chica.

Y a pesar de todos los pesares, caes otra vez en las inseguridades galopantes que no te dejan dormir. Y te dicen que eres hermosa, que tu vida será mejor, que vas a ser infinitamente feliz en un futuro que todavía no asoma la cabeza. Y por supuesto, no les crees nada. ¿Cómo creer tantas lindezas cuando hiciste poner pies en polvorosa a la persona con la que sentías que podías "vivir feliz para siempre"? ¿Cómo juntar las fuerzas para sacar el cuerpo de debajo de las cobijas a un día nublado y tristón? ¿Cómo juntar fuerzas para seguir sacando el cuerpo, y la cara, a los días que seguirán después de ese? Eso es lo que estoy tratando de averiguar, y doy gracias desde acá a los que me ayudan a hacerlo, incluso si no lo saben. A los que me hacen seguir leyendo, pensando, trabajando.

Perdón por la autocompasión, por lo chilloncito de mis palabras, por lo insoportable que puedan ser estas reflexiones dolidas. Pero es que hasta yo tengo mi corazoncito. Roto. Hasta nuevo aviso.

lunes, 16 de julio de 2007

Es lunes...






De manera arbitraria, como cualquiera que hace una división de este tipo, diré que la gente puede dividirse en dos clases: los que creen en la magia y los que disfrutan demostrando que no existe. En el primer grupo están los creyentes tardíos en los Reyes Magos; en el segundo, los que se enteran muy temprano y corren a decirle al primo menso que es aún más menso por andar pensando en musarañas y elefantes orientales. De adultos, los primeros son los que no quieren saber el sexo de su bebé hasta que nazca para albergar a un ser universal por el poco tiempo que duran esos nueve meses; los segundos, los que necesitan saberlo cuanto antes para saber si hay que pintar el cuarto de rosa o de azul pastel.

¿A cuento de qué viene esto? Pues a haber leído que (una vez más) se filtran informaciones sobre el final de Harry Potter, seguramente perpetradas por alguien que se cree fan, pero que en realidad no puede serlo. Al menos no de la manera más inocente. En algún otro blog leí que eso no importa, que no importa saber el final, pues lo que cuenta es el recorrido por las letras. En parte tiene razón, en la parte literaria, al menos. Pero en la parte del encanto, del esperar hasta el final para saber qué pasa, del despertar temprano para encontrar la sala totalmente diferente a como estaba la noche anterior, ahí sí que discrepo de su opinión.


Si esos geeks necesitados de atención fueran de verdad fans de Harry Potter, esperarían hasta el día de tener el libro completo entre sus manos, prolongando lo más posible el momento de leerlo: metiendo la nariz entre las páginas para oler la tinta nueva, pesándolo, pasando hojas antes de sentarse definitivamente a leerlo. Pero no, tienen que mostrarle al resto del mundo que están más cabrones que todas las editoriales y autores juntos. Que es más importante su triunfito personal que la sorpresa generalizada con los finales inesperados.


Como ya habrán notado, yo no quiero saber en qué acaba Harry Potter antes de leerlo, no quiero que me digan que no existen los Reyes Magos, no me interesa ser la primera en saber que mataron al Capitán América; yo quiero que los pequeños destellos de magia que todavía me guarda la vida adulta en forma de sorpresas sigan así, encubiertos hasta que llegue el momento.

viernes, 13 de julio de 2007

Sobre las falsas canciones...



Lo confieso. Uno de mis placeres culposos es, sin duda, escuchar "falsas canciones", o lo que me gusta llamar así. Me explico: estas canciones existen, y son tan reales como cualquier otra. Lo que no existe, al menos no en las convenciones radio-mercadológicas de la transmisión de música, son los artistas y bandas que las cantan. Me encantan, pues, las canciones que alguien crea para una banda en una película, banda que sólo existe en el universo de la determinada ficción cinematográfica que se mira. Mientras escribo esto, escucho el folk de Mitch & Micky, una pareja de canta-autores sesenteros que en realidad son Eugene Levy y Catherine O'Hara. Quizá después me ponga alguna rola de los Wonders (a.k.a The Oneders), o Pop! Goes My Heart, del grupo de Alex Fletcher cuyo nombre no recuerdo.


No sé cuál será la razón de que disfrute tanto con estas letras y músicas creadas para llevar una historia. Quizá sea su condición de ficciones dentro de la ficción. Quizá sea que son tan buenas (si no mejores) como las que pasan en el radio. Quizá sea el placer añadido de ver cantar a alguien que no lo hace como profesión primera y descubrir que no lo hace tan mal. El caso es que las disfruto horrores. Y me pasa algo parecido con las pinturas creadas para los pintores de película, sólo que esas no puedo tararearlas de camino a algún lado.


Yadda, yadda, yadda...

Como si hiciera falta uno más, me uno a la avalancha blogera que satura los sentidos y las buenas conciencias. No creo tener nada particularmente inteligente que decir, ni las verdades reveladas de algunos otros escritores, ni siquiera un talento especial para escribir. Sin embargo, de repente se me ocurren cosas que no tiene caso poner en algún otro lado, son sólo palabras listas para ser llevadas por el viento.

Si alguien pasa por aquí a leer, bienvenido. Si les gusta, díganlo. Si no, también. Nada me gusta más que intercambiar comentarios y armar discusiones.

Además de palabras, trataré de ir metiendo dibujillos. Este fue un "valentín" que hice este año, medio-autorretrato.